Todos hemos vivido alguna vez desacuerdos que han amenazado con convertir a amigos en enemigos.  Las malas relaciones que surgen de estos desacuerdos a menudo pueden convertirse en permanentes.  Sin duda, sería bueno invertir o sanar algo de esto.  ¿Y si pudiéramos hacer algo que hiciera que incluso nuestros peores enemigos se dieran la vuelta y dieran un paso o dos en nuestra dirección?  Este artículo es un intento de ayudarnos a lograr ese objetivo.

En los desacuerdos, lo que suele ocurrir es que ambas partes exageran (a menudo sólo un poco) lo que la otra persona hizo o dijo.  Por ejemplo, alguien puede decir que no cree algo que has dicho; tú respondes que te han acusado de mentir; y ellos contraatacan diciendo que has afirmado falsamente que te han llamado mentiroso, y que no han dicho nada de eso.  Cada uno intenta expresar lo que siente que le han dicho.  Sin embargo, tras una docena de intercambios como este, las acusaciones pueden llegar a ser bastante extremas, y cada parte se atrinchera en sus creencias sobre la otra.

Piensa en cuántas veces, en una discusión, alguien grita: "¡Yo NO he dicho eso!  Lo que en realidad dije fue...".  Eso ocurre porque tenemos nuestra propia versión de lo que ha dicho la otra persona (basada en el hecho de que ha herido nuestros sentimientos), y es precisamente esa distorción la que mantiene la discusión.

Cuando un país entra en guerra, es necesario hacer todo lo posible para demonizar al enemigo, con el fin de justificar el asesinato de personas (soldados en su mayoría) que apoyan al gobierno de ese país.  ¿Es esto lo que queremos hacer con nuestros "enemigos" personales?  ¿Realmente queremos demonizarlos y arrastrar a otros a hacer lo mismo?  ¿O sería mejor trabajar para resolver las diferencias?  (Recordemos que algunos de esos enemigos fueron antes nuestros amigos).

Lo que sigue puede ser un paso importante para resolver el conflicto:

En un desacuerdo (en gran parte debido al tipo de exageraciones mencionadas anteriormente) ambas partes argumentarán que la otra no está escuchando, mientras que cada uno de nosotros creemos que nosotros mismos hemos escuchado.  Este artículo ofrece una forma de demostrar que hemos escuchado.  No es fácil, pero puede producir resultados casi milagrosos.  

Basta con replantear el caso del oponente en términos con los que el oponente esté realmente de acuerdo.  

No tienes por qué estar de acuerdo con lo que ha dicho tu oponente, porque lo único que intentas demostrar es que has escuchado lo suficientemente bien como para verlo como él lo ve... antes de sugerir cualquier cambio en su perspectiva.

Por ejemplo, alguien te insulta y reaccionas con rabia.  Pero la persona dice que no pretendía insultarte, que sólo intentaba resaltar algún punto débil que creía que tú ignorabas.  Eso es lo que le escribes o le respondes.  Por ejemplo: "A mi entender, lo que dices es que crees que tengo un punto débil, que no he hecho nada por cambiarlo y que solo intentabas que lo tuviera en cuenta.  ¿Es así?"  Si sigues pensando que se le ha pasado algo por alto, vuelve a exponer tu caso e inténtalo de nuevo.

Una de las primeras cosas que descubrirás cuando hagas esto es que tu posición se vuelve menos agresiva.  Empiezas a pensar: "Quizá merezca la pena estar de acuerdo con al menos parte de lo que han dicho".  Podrías decir, en la ilustración anterior: "Bueno, tengo esa debilidad; lo sé.  Pero creo que me he esforzado por cambiar, y tú no pareces darte cuenta".

También puede sorprenderte que a veces (cuando han escuchado su propio argumento expresado con justicia) ofrezcan una corrección que suaviza su postura, por ejemplo: "En realidad no estoy diciendo que no haces nada por cambiar; pero creo que no haces lo suficiente".

Todo esto fluye de forma bastante natural a partir de un esfuerzo por demostrar que realmente has escuchado lo que han dicho.  E incluso si no se resuelve nada, la tensión puede aliviarse sólo con ese pequeño esfuerzo.  Puede que al final acuerden no estar de acuerdo.  Pero al menos habrás evitado que se conviertan en enemigos acérrimos.

Si lo intentas la próxima vez que tengas un desacuerdo (o tal vez incluso con alguien con quien ya llevas tiempo en desacuerdo), te sorprenderá lo rápido que puedes empezar a derribar barreras y dejar espacio para que ambos avancen en su relación.


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