Cuando se le preguntó cuál era el mayor mandamiento, Jesús dijo que era amar a Dios y amar al prójimo. (Mateo 22:37-40) Obviamente pensó que esto era más importante que renunciar a todo, más importante que tener una experiencia religiosa (es decir, "nacer de nuevo"), más importante que ser bautizado, y tal vez aun más importante que creer en Dios (¡aunque es un poco difícil amar a Dios con todo tu corazón si no crees en él!). Sin embargo, el amor definitivamente era la primera prioridad según Jesús.

Los problemas surgen cuando entramos en lo específico con respecto a qué significa amar a Dios con todo nuestro corazón, y amar a nuestro prójimo como a uno mismo. Sin embargo, parece que un buen entendimiento del primer mandamiento naturalmente llevará al cumplimiento del otro mandamiento también.

Tenemos versículos como 1 Juan 3:17-18 los cuales nos dicen que no podemos decir que amamos a nuestro prójimo si tenemos más que él pero rehusamos compartir lo que tenemos con él. Esto es sólo un ejemplo de cómo el amor verdadero nos llevará a cumplir el resto de la "ley", o las enseñanzas de Cristo sobre vender lo que tenemos y dárselo a los pobres.

Hay otro pasaje por este hilo. Es el mandamiento que Jesús nos da en el sermón del monte, con respecto al amor y el odio. Él dice, en Mateo 5:21-24, que hemos oído que es malo matar a alguien, pero Jesús enseña que es malo aun estar enojado con alguien sin causa. Está hablando sobre el odio aquí. Sigue hablando sobre discusiones entre "hermanos" (entre cristianos) y no sólo lo iguala al odio, sino en el contexto, lo hace equivalente al homicidio. Tal vez Jesús simplemente le gusta ser chocante. O tal vez realmente habla en serio cuando dice que tal odio y tales divisiones son tan aborrecibles a Dios como el homicidio.

Jesús dice, en el pasaje arriba, que en casos donde hay desacuerdos entre sus seguidores, la reconciliación debe ser nuestra "primera prioridad" absoluta. Hasta dice que debe venir antes de ofrecer un sacrificio a Dios. Esto es cosa extrema. En otras palabras, Dios ni quiere escuchar nuestras oraciones si no estamos dispuestos a poner en primera prioridad la reconciliación.

Otra vez, tenemos una imagen de cómo el amor verdadero tendrá resultados prácticos que están en armonía con el resto de las enseñanzas de Jesús. Si verdaderamente amamos a Dios y a nuestro prójimo, entonces no vamos a fingir que las diferencias no existen. No sólo iremos a quienes nosotros tenemos algo en contra, sino según este pasaje del Sermón del Monte, también iremos a los que tienen algo en nuestra contra, y haremos todo lo posible para estar reconciliados con ellos. Tomará prioridad sobre comer, predicar, dormir, e incluso orar.

Así que cuando oigamos a cristianos hablar sobre el amor, pero los veamos viviendo aislados de otros cristianos porque no quieren tomarse la molestia en hacer esfuerzos para buscar la reconciliación, tendremos que seriamente cuestionar cuán genuino es su supuesto amor.

1 Juan 4:20 dice, "Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto?"

Dios nos ha dado una manera simple de medir la autenticidad de lo que cualquier persona dice sobre el amor. Es tan simple que el mundo no-cristiano lo puede ver claramente. Dicen, "Hasta que las iglesias se pongan en orden, no nos interesa". Ciertamente, una de las razones por cual las personas no pueden ordenarse puede ser porque una o ambas partes simplemente no es cristiana y no está interesada en el amor. Si tienen otra meta inferior como primera prioridad (e.j. construir su propio imperio), entonces la reconciliación no les será muy importante.

Hemos ido a algunas de estas personas y hemos tratado de reconciliarnos con ellos. No en el sentido de exigir que salgan de su “imperio” y se unen al “nuestro”. Sino que hemos ido preparados para literalmente unirnos a su organización si fuera necesario, para construir el reino de los cielos. Pero hemos sido desdeñados, ignorados, rechazados. No sentimos que podemos hacer mucho más.

Por consiguiente, hemos tenido que alejarnos de ellos decepcionados. No puedes forzar a tales personas a reconciliarse, pero al fin del día tienes que concluir que no son cristianos porque no son amorosos y no son amorosos porque el amor verdadero... el tipo que buscaría la reconciliación con sus hermanos y hermanas... no está muy alto en su lista de prioridades, si aun existe en su lista.

La Biblia dice que el mundo sabrá que somos cristianos por nuestro amor los unos por los otros. De nuevo, el amor parece ser la primera prioridad para identificar lo que Dios está buscando en las personas, lo que nos define como seguidores de Jesús. Su origen es el amor que Él tiene para nosotros; y rápidamente se trasmite de nosotros hacia otros. Si eso no está pasando, entonces es casi cierto que no somos cristianos.

Podemos ser muy religiosos. Podemos ser fieles en repartir tratados en las calles, como hacen los miembros de nuestra comunidad todos los días. Podemos predicar hermosos sermones y escribir libros inspiradores sobre el amor, como hacen muchos dentro de las iglesias institucionales. Tal vez tengamos experiencias emocionales y sonrisas lindas. Pero no somos cristianos si no estamos verdaderamente amando, si no estamos dispuestos a frenar todo eso lo suficiente para buscar reconciliación con otros que profesan ser cristianos. (Juan 13:35)

Si hemos buscado reconciliarnos con ellos, y encontramos que rechazan nuestros esfuerzos, entonces debemos estar preparados a decir las cosas por su nombre y por lo menos reconocer interiormente que los que se oponen a la reconciliación casi seguro no son cristianos.

La confusión resulta si tratamos de abrirnos y abrazar a todos mientras están las cámaras, declarando que somos todos uno en Cristo, pero apenas se apagan las cámaras, todos vamos por nuestros propios caminos y en secreto nos traicionamos el uno al otro. Es, de lejos, más honesto (y amoroso) llamar las cosas por su nombre y hablar al micrófono la verdad sobre la hipocresía y el odio que está detrás de todas las divisiones. En lo mínimo, tendríamos que cuestionar con tacto la moralidad del acercamiento de sonrisas plásticas y abrazos-por-la-cámara.

Pero, claro, sólo podríamos y haríamos eso si el amor genuino fuera nuestra primera prioridad. Si el amor es solamente un truco conveniente para promocionar cualquier cosa que realmente nos interesa, entonces las imitaciones superficiales seguirán.

"Profesemos la verdad en amor." (Efesios 4:15, RVC)


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