Cuando hay discusiones entre personas religiosas, a menudo se escucha a una parte acusando a la otra de ser un hereje. Generalmente, esto significa que la otra parte es culpable de desviarse de alguna doctrina o creencia que se considera vital para esa religión en particular. Por ejemplo, la supuesta enseñanza de la salvación por obras es vista como una herejía por los calvinistas. Pero, ¿es este concepto de ortodoxia teológica consistente con lo que enseña la Biblia?

La única mención de la palabra “hereje” que podemos recordar (al menos en la versión Reina Valera Antigua) está en la carta de Pablo a Tito, donde dice: “Rehusa hombre hereje, después de una y otra amonestación” (Tito 3:10). No nos da una definición en sí mismo de lo que es un hereje, pero el versículo anterior puede darnos una pista. Dice (en la RV 1960): “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho”. Y esto aparentemente llevó a ese traductor en particular a usar la frase “hombre que causa divisiones” (en la RV 1960) para lo que se traduce “hereje“ en la RVA.

Esto PODRÍA ser visto para apoyar la idea de que un hereje es alguien que no está en línea con las autoridades de la iglesia. Pero en un debate entre los llamados herejes y las autoridades de la iglesia, ¿no se verían a AMBAS como “disputando”? ¿Y no nos daría eso derecho a rechazar a ambos?

En general, hemos utilizado el versículo sobre rechazar a un hereje después de la primera y segunda amonestación como una guía al confrontar a las personas en la calle que solo quieren discutir. Nos ha ahorrado muchas horas infructuosas y nos ha permitido llegar a muchas otras personas a las que no habríamos llegado si hubiéramos continuado dedicando tiempo a esa persona argumentativa (¿"divisiva?").

Pero todavía parece que es necesario una comprensión más profunda. Si, por ejemplo, nuestra comunidad se convirtiera alguna vez en una denominación por sí misma, y si continuáramos con una política de rechazar a cualquiera que no esté de acuerdo con nosotros, ¿no terminaríamos como todas las demás iglesias, es decir, suponiendo que alguien que no esté de acuerdo con nosotros es un hereje? Por supuesto que sí. Y algunos lo verían como si así fuera el caso incluso ahora.

Lo que estamos apuntando aquí son dos cosas. Una es una sugerencia de que un hereje es solo alguien que se resiste al Espíritu de Dios, y no necesariamente alguien que rechaza a nosotros. Y la otra, es que hay un vínculo entre ser un hereje, ser insincero y ser culpable del pecado imperdonable (Mateo 12:31-32).

Dios (a través de Jesús) dice algunas cosas que suenan poco convencionales y algunas personas (con justa razón) lo cuestionan. Pero hay otras personas que hacen más que cuestionarlo. Se dan cuenta que hay verdad en lo que Jesús dice, y aun así resisten al mismo Espíritu de Verdad. Jesús percibe lo que está pasando, hace un par de intentos para que dejen de resistir a la verdad, y luego los rechaza: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” y cosas así (Mateo 23).

El pecado imperdonable es principalmente imperdonable porque el Espíritu que le gustaría perdonar a la persona, está siendo resistido. Cuando los fariseos acusaron a Jesús de tener un demonio, llamaban al Espíritu SANTO de Dios, un Espíritu INMUNDO. En efecto, le estaban cerrando la puerta al poder de Dios para administrarles amor y perdón. Estaban cometiendo el pecado imperdonable. Como Jesús dijo después, “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31-32).

Una interpretación literal de eso diría que incluso si una persona se arrepiente más tarde de haber resistido al Espíritu, ya no puede ser perdonada. Parece que algunas personas llegan a un punto en el que rechazan tanto al Espíritu de Verdad que se entregan totalmente a una vida de rechazo. A la vez parece que ese no es el caso con todos los que se resisten a la influencia del Espíritu Santo en sus corazones.

Nos hemos encontrado con personas que estaban angustiadas porque pensaron que habían cometido el pecado imperdonable. Pero, parece que mientras alguien pueda estar afligido por eso, todavía no lo ha cometido. Las personas que realmente han cometido el pecado imperdonable, que son verdaderos herejes, nunca se quebrantan. Se endurecen totalmente a la verdad para siempre y se encierran en un hoyo de rencor del que nunca saldrán. Incluso podría ser que una de las razones por las que se nos exhorta a rechazar a una persona  después de la primera y la segunda amonestación es para evitar que las empujamos hacia una dureza de la cual tal vez nunca puedan salir.

Por supuesto, antes que podamos dar una amonestación debemos estar seguros de que (a) realmente estamos actuando como recipientes a través de los cuales el Espíritu de Verdad les está hablando; y (b) que realmente están resistiendo a esa verdad y que no simplemente están buscando aclarar o entender algo mejor.

Cuando transmitimos la verdad desde un corazón puro, esto trae convicción a las personas. Y cuánto más puro sea nuestro corazón, más convicción les traerá. Esa convicción, o derretirá la dureza de sus corazones o la fortalecerá aún más. Si encuentras que tus esfuerzos solo están haciendo que la persona esté más dura, entonces es hora de retroceder un poco.

A esas alturas, y en TU pensamiento, probablemente debas considerar a la persona como un caso perdido. Puedes continuar charlando cosas más triviales, pero es inútil seguir argumentando un tema que resulta en conflicto. Lo único que puedes hacer es orar que Dios envíe a alguien más para hacerle entender a esa persona, o para que eventualmente puedas encontrar algún otro tema o situación en la que la persona no resista al Espíritu de Verdad que habla a través de ti.

Todo esto es consistente con nuestra comprensión sobre la sinceridad, lo cual creemos que es crucial en cuanto al mensaje de Cristo. Él estaba buscando a aquellas personas que están sinceramente hambrientas de justicia. Estas son las personas que probablemente ni siquiera NECESITAN una amonestación (y mucho menos dos de ellas). Reconocerán la verdad en lo que estamos diciendo y responderán positivamente. O, si hacen preguntas, escucharán con honestidad y humildad nuestras respuestas.

Si la sinceridad es el punto final en nuestra teología, entonces la falta de sinceridad es la máxima herejía. ¿Puedes ver cómo todo esto encaja con lo que se ha dicho hasta ahora? A las personas insinceras no les va a gustar ninguna enseñanza que exponga su negativa a cambiar, y sobre todo, no les gustará una enseñanza sobre la sinceridad. Ellos van a resistirla, y a nosotros. Pero no debemos suponer, al estar involucrados en una discusión con ellos, que les estamos presentando al Espíritu de Verdad. Recuerda, el concepto solo funciona en la medida en que nosotros mismos somos sinceros. Y no te apresures a creer que solo porque tengas una opinión sobre algo que esto signifique sinceridad de tu parte.

La sinceridad de nuestra parte significa que debemos estar abiertos a la posibilidad de que la OTRA persona tenga razón. En otras palabras, debemos estar escuchando muy profundamente a la persona que está discutiendo con nosotros, así como queremos que esa persona esté escuchando muy profundamente lo que estamos diciendo. Cuando hagamos esto, deberíamos encontrarnos tratando de entender de dónde proviene la tensión. Debemos tratar de meternos dentro de la mente de la otra persona y entender qué es lo que están intentando (aunque sin éxito) tratar de comunicarnos. A veces, después de haber hecho eso, podrás descubrir de dónde viene el problema y avanzar; pero por experiencia, lo que sucede con más frecuencia cuando lo hacemos (es decir, cuando tratamos de entender su forma de razonar), esto los irrita aún más. Y AHÍ es cuando, usualmente, es bastante seguro decir que estamos frente a una falta de sinceridad.

Necesitamos estar sinceramente dispuestos a aceptar cuando estamos equivocados. Una vez uno de nuestros miembros se enfrentó a la madre rabiosa de otro de nuestros miembros. Ella estaba llena de acusaciones contra nosotros. Era prácticamente imposible disipar todos sus miedos. Pero después de orar por sabiduría y luego, después de darle una advertencia bastante fuerte (lo que en realidad hizo que se calmara y escuchara), nuestro hermano pudo lidiar con sus preguntas, y dio media vuelta. Sin embargo, unos días más tarde, el mismo proceso tuvo que repetirse, pero en ambos casos, ella NO CONTINUÓ rechazando lo que se estaba diciendo. A su manera, ella había asumido que nuestro hermano era un hereje, y a su manera, él estaba bastante convencido de que ella era una hereje (es decir, alguien que estaba cerrada a la verdad). Pero los dos descubrieron que ambos estaban equivocados.

La conclusión de todo esto es que debemos continuar evitando situaciones donde las personas quieren discutir; pero que también deberíamos estar abiertos a la posibilidad de que la persona que intenta discutir con nosotros quizás no nos ha escuchado realmente lo que intentamos decir. Tal vez con un enfoque diferente, o después de un período de silencio, pueda haber un espacio para que avances en la relación. Podemos orar por más sabiduría y amor, y esperar por esta oportunidad en el futuro.


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