Hay una serie de imágenes mentales que me han ayudado en mi caminar cristiano, a poner las cosas en perspectiva, es decir, a poner lo finito en perspectiva con lo infinito. En este artículo se mencionarán tres de ellas. Se trata de las relaciones con otros creyentes, las dificultades y pruebas personales, y la obediencia a Dios cuando me pide que haga algo que es difícil. Las tres imágenes son “La Cueva”, “La Esfera” y “El Ataque al Corazón”.

La Cueva

Mi interés en las profecías de la Biblia cubre un gran número de eventos diferentes en el futuro. Pero probablemente el más práctico en términos de crecimiento espiritual es el concepto de La Gran Tribulación, un período durante el cual todos los verdaderos creyentes serán perseguidos por las fuerzas del mal en el mundo, y masacrados por millones.

Siempre que pienso en este período de la historia humana, me viene a la mente una imagen de personas de diferentes religiones y orígenes escondiéndose en la misma cueva, cada uno buscando refugio de un enemigo común.

No tengo dudas de que en la cueva habrá gente de muy diferentes creencias religiosas. Van a haber algunas grandes sorpresas para todos.

Esta imagen me hace considerar la forma en que actúo y respondo a la gente que no está de acuerdo conmigo en temas religiosos. Habrá mucha vergüenza, y será necesario que haya muchas disculpas entre estas personas mientras descubren, repentinamente, que personas con opiniones muy diferentes en materia religiosa, podrían haber estado todas tratando sinceramente de servir al mismo Dios.

Las disculpas serán minimizadas si nos comportamos de manera tal que, incluso con nuestros enemigos, no nos sobrevenga la culpa al descubrir en algún momento de la tribulación que no son nuestros enemigos, cuando entremos en una cueva y los encontremos allí.

La Esfera

Cuando me siento abrumado con responsabilidades y problemas, y me encuentro fuera del espíritu debido a algún asunto, una cosa que me ayuda es algo así como dejar mentalmente mi cuerpo y volar hacia el cielo, hasta que pueda ver el planeta entero desde la perspectiva de Dios... como una pequeña esfera en la inmensidad del universo.

Allá arriba en la gran sala de control de Dios, soy capaz de entender que lo que más importa es que me mantenga en contacto con El que tiene el control. No veo esto como un escape de las responsabilidades, sino más bien como una forma de poner los problemas en perspectiva con El que mejor sabe resolver problemas.

Al leer los salmos, encontrarás cientos de referencias sobre la creación misma como evidencia del infinito poder y sabiduría de Dios. La Tierra, mis problemas y yo no son insignificantes para Dios, pero están totalmente bajo su control y poder.

Allá arriba en la sala de control, se me recuerda el hecho de que, detrás del universo hay un plan; hay orden; hay un propósito. Y nada es más importante para los que estamos en esta esfera que llamamos Tierra que el hecho de que encajemos en ese plan.

El Ataque al Corazón

Esta se superpone un poco con la imagen anterior. Pero se relaciona particularmente con los problemas que enfrento en relación a renunciar a todo. Es probablemente la imagen que más me gustaría comunicar a las miles de personas con las que tratamos cada día sobre las enseñanzas de Jesús.

Todas las excusas que damos para no tomar a Jesús literalmente serán expuestas repentinamente como las mentiras que son al momento en que un ataque al corazón afectara a cualquiera de nosotros. La muerte no espera a nadie. Cuando llegue tu hora, no puedes argumentar que eres indispensable, que primero tienes que poner en orden algunos cabos sueltos más, que tendrás que dar la noticia poco a poco a tus familiares, que los demás no lo entenderán, que te costará demasiado.

El Ataque al Corazón simboliza la Muerte, pero enfatiza particularmente lo repentino que puede llegar a ser. Cuando Jesús dice, "Toma tu cruz y sígueme", nos está diciendo que enfrentemos la realidad de la muerte y luego, a la luz de la muerte y la eternidad, nos preguntemos si las demandas que hace son realmente tan irrazonables (Marcos 8:34).

Nos ofrece la vida eterna; pero primero debemos estar dispuestos a morir a todo lo que nos mantiene en esta vida (Marcos 8:35). ¡Qué gran oferta! Pero sólo cuando mantenemos la realidad de la muerte (y la eternidad que nos espera) para siempre en nuestra mente.


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