Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
(1 Corintios 10:31)

 

Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. 
(Colosenses 3:17)



Cuando trabajamos para Dios, todas las tareas que hacemos son espirituales, pero no todas parecen serlo.  Algunas tareas son más agradables que otras.  Pero la realidad es que, aun en una comunidad cristiana, alguien tiene que lavar los platos, preparar la comida, barrer el piso, limpiar el baño, etc.  Si no nos cuidamos, podemos desarrollar una actitud equivocada hacia estas tareas prácticas y necesarias.  Podemos encontrarnos pensando: "Odio hacer esto. ¿De qué sirve? Igual no es una tarea espiritual o importante".

Si nos examinamos sinceramente, nos daremos cuenta que tal actitud revela que estamos tratando de convencernos a nosotros mismos de que no importa si hacemos el trabajo o no, ni si lo hacemos bien o mal.  Cuando alguien tiene esa actitud, aun si cumple con la tarea, la termina haciendo mal y tarda mucho más tiempo de lo que hubiera tardado si se hubiera hecho bien desde el principio.

Es importante poder reconocer cuando rehusamos a hacer algo porque contradice nuestra conciencia (es decir, cuando creemos que algo es inmoral), y cuando rehusamos debido a motivaciones malas como la pereza (no tener ganas de colaborar), el orgullo (querer hacerlo solamente a nuestra manera) o avaricia (no querer hacer sin recibir algo a cambio).  En general, si no tenemos buenas razones para rehusarnos a hacer la tarea, la deberíamos hacer y hacerla contentos.

La manera de disfrutar de cualquier tarea es de hacerla para "la gloria de Dios".  Esto significa hacer las cosas por amor a Dios, como si las estuviésemos haciendo para Él mismo.

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
(Colosenses 3:23-24)


Cuando nos quejamos, murmuramos y arrastramos los pies para hacer un trabajo, no estamos edificando el reino de Dios.  En esos momentos, nos estamos comportando como la gente en el sistema, que hace algo solamente bajo obligación o por recompensa material.

El reino de Dios solamente se construye cuando hacemos todo para Dios. Él reino no solo se construye dentro de nosotros al aprender la mansedumbre, el servicio, la paciencia y el amor; sino también haciendo todo con ese espíritu de servicio hacia Dios, lo cual se vuelve un testimonio para los demás (Mateo 5:16).

Dios ve nuestro corazón y mente. Así que, la próxima vez que te encuentres quejándote de tener que hacer alguna tarea, pausa un momento y piensa que lo que harás será una contribución para el reino de Dios si tienes la motivación correcta.  No pierdas esta valuable oportunidad a causa de tener un espíritu quejoso, perezoso u orgulloso. 

No importa cuán insignificante parezca ser la tarea, si verdaderamente hacemos todo para lo gloria de Dios, transformaremos esas tareas simples en tareas con un significado eterno.  Así que, ya sea repartir tratados cristianos, lavar los platos, dirigir una reunión, cantar canciones, sacar la basura afuera, mirar una película y incluso comer y beber, hagamos todo para la gloria de Dios.  Cualquier otra cosa no vale la pena.



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