Imagínate que fueras Dios. Creaste el universo de la nada, y tu creación especial es la humanidad. Ella puede sentir gozo y tristeza, confianza y miedo, amor y odio. La tierra, y la vida que los seres humanos experimentan en ella, es simplemente el comienzo de la vida como la conoces. Tienes la capacidad de darles esa vida... para hacerles vivir para siempre, sin enfermedad o tristeza. Puedes llenarles con tanta felicidad que sus cuerpos actuales no lo podrían contener. Puedes darles súper poderes como los que tienes tú.

Pero primero, quieres saber si aprecian quien eres y lo que has hecho por ellos.

Algunos de estos humanos han formado grupos donde hablan de ti. Conversan con entusiasmo sobre cuán grande eres y cuanto te aman. Pero es claro por sus vidas que no creen ni una palabra. Cada club es diferente, pero todos hacen sus propias reglas sobre cómo distinguir los devotos verdaderos de los falsos - reglas tontas que tu peor enemigo podría seguir.

¿Entonces, cómo vas a decidir a quién dar tu bendición? En realidad, no es muy difícil. Sólo encuentras a lo que la gente más ama, y luego pides que lo cambie por todo lo que tú tienes... más bien, por tu promesa de que le darás todo lo que tienes: la vida eterna, gozo eterno, aventura eterna. Si tienen la fe para hacerlo, entonces has encontrado a los creyentes verdaderos.

Pero ¿cómo los convences de que esta serie de reglas realmente viene de ti? Bueno, tú mismo vas allá abajo en cuerpo humano, y les cuentas las reglas, las practicas, y demuestras en cuantas maneras sean necesarias que realmente eres Dios, incluso resucitando de la muerte después de que te maten.

Haces una tarea tan convincente que terminan midiendo todo la historia desde el momento que naciste en su planeta. Cada año el mundo celebra tu aparición en su planeta. Construyen enormes catedrales y organizaciones multi-nacionales para honrar al Dios que se hizo hombre.

Pero aún rehúsan seguir las reglas que viniste a darles. Siguen aferrados a sus posesiones triviales, sus trabajos, familias, y sus vidas. Hacen todo esto mientras declaran el derecho a la vida eterna que les prometiste a aquellos que muestran su fe en ti por medio de cumplir con tus especificaciones.

Así que, ¿qué haces? ¿Hechas afuera las reglas y dejas que la gente dicte sus términos y te arrodillas a sus decretos egoístas? ¿O te mantienes firme con las reglas y exiges que vivan por fe sólo en ti si quieren tener todo lo tuyo?

Sólo un tonto sería engañado en acobardarse delante de estos mentirosos y estafadores, y no eres ningún tonto, ¿no?

Pero, por supuesto, no eres Dios; y si lo piensas, si no estás tomando en serio obedecer las reglas que él ha mandado, entonces ¡capaz eres tú el tonto!


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