Un sacerdote católico una vez nos dijo: "Todos los pecados de la iglesia católica se pueden resumir en una frase: 'Confundimos la iglesia con el reino de los cielos'".

El problema no solo se encuentra entre los católicos. Las masas no logran ver más allá del "grupo" para encontrar el verdadero propósito de su existencia. Tendrías suerte de encontrar una persona por cada mil que prefiera seguir a Dios en preferencia a su religión. (¿Lo harías tú?)

Cada uno argumenta que seguir al liderazgo religioso es lo mismo que seguir a Dios. Pero ningún líder humano es perfecto, y Dios nos va a poner a prueba con respecto a eso, para que entendamos la diferencia (ej: 1 Corintios 11:19).

Dios comenzó la religión judía. Jesús mismo dio testimonio de eso (Juan 4:22). Sin embargo, fueron los judíos los que entregaron a Jesús para que lo crucifiquen. El problema no fue que su religión era mala, sino que no pudieron reconocer la verdad cuando esta vino por fuera de su jerarquía organizacional (Mateo 23:37-39). Ese problema se repite muchas veces hoy en día.

Aun dentro de nuestra propia comunidad, a veces nos resulta difícil escuchar a Dios decirnos algo diferente a lo que dice nuestro grupo. Es mucho más tentador depender de nuestros líderes cristianos que encontrar la voluntad de Dios personalmente, y seguirle directamente. Eso pasa dentro de nuestra comunidad a pesar de que una de nuestras enseñanzas más fuertes es que debemos seguir a Dios por encima del liderazgo de nuestra organización. ¡Imagínate cómo será en organizaciones e iglesias donde se insiste en que los líderes son la fuente de la revelación divina!

Es mucho más fácil sustituir la adoración a Dios por adoración a un sistema religioso cuando el sistema al que uno pertenece activamente promociona la lealtad al grupo sin cuestionarlo, es decir, cuando no se realiza ninguna provisión para que los miembros honestemente y humildemente cuestionen su liderazgo.

Las supuestas sectas con sus enseñanzas exclusivas y su unidad fanática son las que más ponen en evidencia la adoración a su sistema; pero las denominaciones más grandes y populares pueden ser aún más peligrosas que las "sectas", porque confunden el statu quo (el sistema corriente) con el reino de los cielos. El sistema que adoran no necesariamente está limitado a su propia denominación, pero a menudo, su idea de éxito es sinónimo con los valores materialistas de la sociedad incrédula en que vivimos. En unidad con los líderes religiosos judíos de antaño, cuando les resulta conveniente gritan, "¡No tenemos ningún rey salvo el César!" (Juan 19:15).

Cada vez que las iglesias dejan que la sociedad determine lo que está bien y lo que está mal, crucifican de nuevo a Cristo.  Él los llama a salir de las medidas de respetabilidad que la sociedad dicta para seguir a Dios, aceptando el rechazo que vendrá inevitablemente por seguir los pasos de Cristo. Es raro que un feligrés (y aún más raro, una iglesia entera) sea capaz de distinguir la voz de Dios más allá del clamor de la respetabilidad. Pero eso es lo que cada uno de nosotros tiene que enfrentar si vamos a ser verdaderos discípulos de Jesús (Juan 15:18-19).

Ya sea un grupo alternativo, una denominación convencional, o nuestra propia comunidad, todos debemos ser cuidadosos de no ser culpables de atrapar a Dios dentro de nuestro propio sistema y luego adorar la caja en lugar de adorar al Dios que supuestamente mora ahí.

¿Cuán grande es tu Dios? ¿Puede existir fuera del sistema que has creado para Él?

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