La riqueza material se mide por la cantidad y calidad de los bienes y servicios deseables que están disponibles. El dinero es sólo una nota de referencia para intercambiar algunos de los bienes y servicios que ya existen en la sociedad. De igual manera, la producción es la fabricación o elaboración de cualquier cosa que aumenta la calidad o cantidad de los bienes y servicios. El empleo secular y moderno no siempre logra esto.

La industria del tabaco, por ejemplo, crea trabajos, pero mata a gente que provee otros servicios necesarios para la sociedad. Esta destrucción de la mano de obra no puede ser considerada como producción.

Un trabajo se vuelve una meta por sí mismo cuando el dinero es una meta por sí mismo. Una mejora en la vida para todos sólo vendrá por medio de deshacernos de los trabajos no productivos y distribuir los frutos del aumento en producción a toda la población.

Instituciones enteras (ej. bancos, agencias de juego, bolsas de cambio, compañías de seguro, casas de monedas) no producen ninguna riqueza verdadera. Sin embargo, países enteros son adueñados por éstas instituciones bajo la política económica presente del mundo (sea capitalista, socialista o comunista).

Si todas las personas que se dedican a esos trabajos improductivos pudieran ser liberadas para ayudar al resto de nosotros podríamos, todos, tomarnos un día más de vacaciones cada semana sin pérdida alguna en producción tangible. Entonces podríamos trabajar en deshacernos de los productos que los medios han creado y son necesidades artificiales, y que nos hicieron creer que nos hacen más feliz, popular, guapos, o prósperos.

El presente sistema económico del mundo fabrica productos de menor calidad porque consumir más cosas resulta en más dinero y poder para los dueños, sin importar el desperdicio de bienes y tiempo que tal filosofía produce. A cambio, nosotros podríamos poner nuestros esfuerzos en producir todo, desde ropa a coches, de la mejor calidad posible, para que duren diez veces más que las cosas disponibles hoy en día. Se salvarían millones de horas de trabajo manual (actualmente usadas en reparar o producir repuestos), dándonos aun más tiempo para tareas verdaderamente productivas.

Podríamos vacunar países enteros en contra de las enfermedades para las que ya tenemos vacunas y usar tratamientos y conocimiento útil que antes no llegaba a luz porque no generaban ganancias materiales. Podríamos proveer agua potable, calles pavimentadas, luz y buena higiene para el mundo entero. Podríamos educar a las masas de los países subdesarrollados, produciendo todavía más trabajadores para compartir el peso de producción. La supuesta "mano de obra barata" de Asia, África, y países en Sudamérica, sería vista como una bendición en vez de una amenaza, porque nos ayudaría a cortar la presente semana laboral a tan poco como dos días por semana, también sin ninguna pérdida en la riqueza real de países desarrollados (y con un aumento dramático en la riqueza real del resto del mundo).

Esto no es un sueño. ¡Verdaderamente podría funcionar!

Las familias podrían pasar mucho tiempo juntas y todas las relaciones humanas podrían ser enriquecidas. El arte, la literatura, y la tecnología podrían florecer, mientras usamos nuestro nuevo tiempo libre con creatividad. Ya que nuestros motivos en trabajar no serían más por el dinero sino por el amor, seríamos más productivos, pero sin ningún nivel de estrés (ya que disfrutaríamos nuestros trabajos y gozaríamos de mejorar al mundo).

Pero nada de esto sucederá hasta que la gente deje de pensar "dinero" y "trabajo" y empiece a pensar "riqueza real" y "producción positiva".

Todos tememos que si nos soltamos del dinero o el trabajo al que estamos aferrados en el presente, los demás se aprovecharían de nosotros... ¡y es probable que lo harán de alguna manera! Pero alguien necesita estar dispuesto a sufrir inconveniencias al principio para crear un cambio duradero.

Si, como nosotros, tú crees que el amor es más poderoso que la avaricia, entonces "soltarte" de tu abundancia y tus recursos económicos se vuelve una acción de fe en la provisión y protección de Dios, y se vuelve el primer paso hacia la construcción del nuevo mundo que Jesús llamó el "reino de Dios".

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